domingo, 18 de abril de 2010

Muere Norman Borlaug, padre de la 'revolución verde' y la agricultura moderna

Premio Nobel en 1970, Borlaug innovó en el campo de las semillas híbridas y defendió la investigación como único medio para reforzar la producción de alimentos
El científico, doctor en Patología Vegetal y premio Nobel de la Paz en 1970, Norman Ernest Borlaug, considerado el padre de la revolución verde y de la agricultura moderna, ha fallecido en Texas (Estados Unidos) a los 95 años de edad a causa de un cáncer.
Convencido de que "no habrá paz en el mundo con los estómagos vacíos", el genetista innovó en el campo de las semillas híbridas y defendió la investigación como único medio para reforzar la producción de alimentos. Ese empeño por introducir semillas híbridas en países en vías de desarrollo, como India y Pakistán, que guió su vida, así como sus diversas innovaciones agrarias, las que contribuyeron a combatir la inanición en el mundo durante la segunda mitad del siglo XX, fueron honrados por el Comité de los Premios Nobel.
Borlaug, en activo durante toda la pasada década en defensa del uso de la biotecnología para luchar contra el hambre y en proyectos para aliviar la pobreza, comenzó su investigación sobre productos fitosanitarios en su época universitaria, aunque fue en 1944 y en México donde inició los trabajos que más de dos décadas después serían recompensados con el Nobel. Fue en ese año cuando trabajó en el programa agrícola Chapingo iniciado por el Gobierno del presidente mexicano Manuel Ávila Camacho en colaboración con la Fundación Rockefeller, con el fin de sanear las cosechas de trigo que eran devastadas por los mohos. En esa ocasión, el genetista consiguió espigar los trigos resistentes a las plagas y en 1955 disponía ya de 6.000 cruces inmunes a los hongos.
Después de viajar a Suramérica, en 1960 fue enviado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) a la India y a otros países asiáticos afectados por la hambruna. En esa ocasión, Borlaug, que cruza razas enanas de trigo con las de occidente, consigue en cinco años multiplicar por diez las cosechas de trigo en la India.
Entre 1964 y 1982 dirigió en México el Centro Internacional de Mejora del Maíz y el Trigo (CIMMYT), donde gracias a sus descubrimientos se logró crear unas especies capaces de multiplicar la producción de cereales hasta hacer autosuficiente a un país hambriento.
Apodado por sus logros el "cerebro de la revolución verde", los países que aplicaron su teoría en los años posteriores a 1975 consiguieron buenas cosechas, y naciones tan extensas como la India, Pakistán, Bangladesh y Turquía incrementaron aproximadamente en un 250% los rendimientos por hectárea.
En reconocimiento a sus trabajos, el científico estadounidense consiguió el 20 de octubre de 1970 el Premio Nobel de la Paz por sus investigaciones en las diferentes especies de cereales, y aunque no hay un Nobel específico para la agricultura, en esa ocasión, el de la Paz para el genetista Borlaug se ajustaba a sus trabajos en pro del bienestar de los pueblos. Precisamente el científico declaraba en 1975 "Hay que dar a la agricultura y la ganadería prioridad de inversión sobre todos los demás sectores. Si hay cooperación mundial, la humanidad no pasará hambre".
Doctor honoris causa por varias universidades y miembro de numerosas academias y sociedades científicas, Borlaug nació en Crezco, Iowa, Estados Unidos, el 25 de marzo de 1914 en el seno de una familia de granjeros y agricultores.

El Mar de Aral

Hasta principios de los años 60 el mar de Aral era el cuarto lago más grande del mundo, abarcaba una superficie de 66.000 kilómetros cuadrados y almacenaba mil kilómetros cúbicos de agua. En ellas se capturaban al año 40.000 toneladas de peces y sus deltas tributarios alojaban docenas de lagos menores, pantanos y una superficie de 550.000 hectáreas de tierras húmedas.
Hoy es uno de los mayores desastres ecológicos de los últimos tiempos y un claro, por dramático, ejemplo de adonde puede llevar el desarrollo si se ignora por completo el medio ambiente donde se produce.

La historia
Entre 1954 y 1960 el gobierno de Moscú ordenó la construcción de un canal de 500 kms. que tomaría un tercio del agua del río Amu Daria y la distribuiría en una gran cuenca para regar los inmensos campos de algodón con los que se pretendía que la Unión Soviética fuera autosuficiente en esta producción.
Los resultados fueron satisfactorios, pues se pasó de cultivar una superficie en torno a los cuatro millones de hectáreas en 1960 a siete millones veinte años después, mientras que la población de la zona pasaba de 14 a cerca de 25 millones de habitantes.
Para que esto ocurriera no bastó, desde luego el caudal inicial, sino que fue aumentando el caudal destinado a la irrigación, tomado éste de los ríos afluentes del Amu Darya y el Syr Darya, hasta que, en los años ochenta, la aportación de estos al mar de Aral era de tan sólo el 10% que en 1960.
Paralelo a este desmesurado consumo de agua en región tan seca estuvo la poca eficiencia del riego -canales no recubiertos y malos sistemas de drenaje y la utilización de fertilizantes y pesticidas.


Los resultados
El mar de Aral ocupa hoy la mitad de su tamaño original y su volumen representa una cuarta parte, el 95% de los pantanos y tierras húmedas cercanas se han convertido en desiertos y más de cincuenta lagos de los deltas se han secado, con una superficie de 60.000 hectáreas.
Este gran lago servía como amortiguador del clima extremo de la zona, por lo que su enorme disminución ha hecho más duro los inviernos y los veranos. Tampoco se ha de olvidar la tremenda sequía que asola desde hace unos años los países de la región.
Su desecación ha dejado al descubierto más de 30.000 kms. cuadrados de arenas salinizadas que el viento lleva en millones de toneladas hasta distancias superiores a los 200 kms.
Ésta también produjo una bajada del nivel freático que descendió de 53 a 36 metros. La pesca comercial, tras desaparecer 28 de las treinta especies de peces que habitaban aquellas aguas y quedar muchos pueblos pesqueros a 60 kms. de la orilla del lago, desapareció.

No menos pavoroso resulta hablar de los resultados de esta catástrofe sobre la salud de los habitantes de la región, afectada ésta por el uso de plaguicidas y fertilizantes que el cultivo del algodón requiere y la salinidad del agua potable, cuatro veces superior -40 gramos por litro- al límite establecido por la OMS.
Así los casos de hepatitis, cáncer de garganta, enfermedades respiratorias, de los ojos e infecciones intestinales se han multiplicado por siete al número existente en 1960. La región registra la mayor mortalidad infantil de toda la antigua URSS.
La bronquitis crónica ha aumentado un 3.000% y la artritis un 6.000. En la región uzbeka de Karakalpakstán, las mujeres padecen una pandemia de anemia y el 97% de ellas tiene unos niveles de hemoglobina muy inferiores a los 110 gramos por litro de sangre que fija la OMS.
La causa de esto último se debería al agua, saturada de estroncio, zinc y manganeso. En esta misma zona de Uzbekistán el cáncer de hígado creció de 1981 a 1987 un 200%, el de garganta un 25% y la mortalidad infantil se elevó un 20%.

Soluciones
Aunque existe divergencia en la manera de solucionar el problema parece que sí hay unanimidad en que el mar de Aral jamás volverá a ser el mismo y mientras unos ven posibilidades de recuperarlo en buena parte, otros se aprestan a evitar lo que puede resultar siendo una catástrofe humanitaria.
Entre las soluciones propuestas las hay que resultan casi peores que el propio mal, como la desviar los ríos siberianos Ob e Irtish que desembocan en el Artico y canalizarlos 2.400 km. hacia el sur, con lo que éste océano dejaría de recibir aguas menos frías, cambiaría la temperatura de la zona y la salinidad.
También existe alguna otra idea poco realista, como llevar 73 kilómetros cúbicos anuales de agua al mar de Aral durante veinte años, con lo que se restablecería su altura de 1960.
De momento las que se están aplicando y, al menos, han conseguido no aumentar el problema, consisten más bien en sustituir cultivos de gran consumo de agua por otros que necesitan menos riego o nuevos sistemas de drenaje.
Como ya hemos dicho al principio, el desastre del mar de Aral es una trágica evidencia de lo que puede ocurrir si desarrollamos nuestros actos ajenos al medio ambiente que nos rodea, sobre todo si estos afectan a los recursos naturales y a la salud.
La región del mar de Aral vivió muchos años de progreso, crecimiento económico y demográfico mientras se dilapidaban sus recursos y envenenaban la salud de sus habitantes, abocándolos a un período de tiempo mucho mayor de pobreza y enfermedades. En eso primeros años cualquier voz que se hubiera alzado para denunciar lo que se estaba haciendo y lo que podía ocurrir habría sido acalladas por la fuerza de los hechos. Una vez ocurrido el daño, ni los que idearon aquellos planes, ni los que ahora gobiernan ni la cooperación internacional son capaces de solucionar semejante catástrofe.
Hoy en día muchas regiones de este planeta, y el propio planeta, sufren procesos parecidos al del mar de Aral en una u otra fase. Los que hoy tachan de alarmistas o difamadores a quienes denuncian estas situaciones no estarán cuando el daño sea irreversible y, si lo están, no podrán arreglar lo que ya será irremediable, como en el mar de Aral.

miércoles, 7 de abril de 2010

Insecticida Para Atacar el Sistema Renal de los Mosquitos

Unos investigadores de la Universidad Cornell han descubierto una proteína que podría conducir a una nueva manera de controlar los mosquitos que propagan la fiebre del dengue, la fiebre amarilla y otras enfermedades cuando se alimentan de los humanos: Evitar que orinen cuando ingieran sangre.

El trabajo puede conducir al desarrollo de nuevos insecticidas que alteren el sistema renal de los mosquitos, vital para que el insecto sobreviva después de alimentarse de la sangre.

Los mosquitos Aedes aegypti transmiten el virus que provoca la fiebre del dengue, poniendo en riesgo de contraer la enfermedad al 40 por ciento de la población mundial, y provocando de 50 a 100 millones de infecciones (22.000 muertes) anualmente. Los mosquitos adquieren las enfermedades cuando se alimentan de víctimas infectadas, y luego pueden infectar a otras víctimas cuando se alimentan de nuevo. En la actualidad no existen vacunas o tratamientos que protejan contra el dengue, de modo que la única vía de detener su propagación es controlando los mosquitos.

En el estudio efectuado en la Universidad Cornell, se ha identificado una proteína de los túbulos renales de los mosquitos Aedes aegypti que parece estar involucrada en estimular la micción cuando el insecto ingiere sangre. Cuando los mosquitos consumen sangre y su metabolismo la procesa, deben orinar para evitar sobrecargas de sales y fluidos que puedan matarlos.

Además, deben orinar rápidamente cuando se alimentan, o no podrían alejarse volando. Demasiado peso afectaría a la eficacia de vuelo del mosquito, como le sucede a una aeronave con exceso de cargamento. Si se vuelven demasiado pesados, los mosquitos son más susceptibles de ser golpeados por la víctima a la que han chupado sangre, o comidos por un depredador.

El equipo de Peter Piermarini, del laboratorio de Klaus Beyenbach, ha descubierto una proteína clave expresada en el sistema renal del mosquito que contribuye a la micción. En experimentos de laboratorio, Piermarini, Beyenbach y sus colegas han demostrado que al bloquear la función de la proteína en los túbulos renales con un fármaco se impiden los altos índices de micción que se producen durante la ingestión de sangre.

De esta forma, bloqueando la función de esta proteína en poblaciones de mosquitos en su entorno natural, se puede limitar su capacidad de sobrevivir al estrés fisiológico de una ingestión de sangre, y, por tanto, su capacidad de propagar virus.

Recuperación de un Sistema Antiguo de Seguridad Para la Contraseña Unica de Internet

Un investigador de la Universidad Tecnológica de Queensland ha comprobado que un sistema poco usado de autentificación en internet de los años 80 podría hacer posible que los usuarios de la internet actual se autentificaran de forma segura sólo una vez por sesión.
Tal como advierte este investigador, cualquier sistema de contraseña única futuro, que potencialmente pueda dar a los usuarios acceso a multitud de cuentas, incluyendo las de correo electrónico y las bancarias, requerirá de una privacidad extrema para evitar espías y hackers.
Los sistemas de contraseña única son utilizados por muchas organizaciones en la actualidad. Por ejemplo, un banco podría conectar su web de servicios bancarios en internet con la de una tienda con servicio de venta online, evitando así que los usuarios tengan que realizar una autentificación adicional.
Sin embargo, si una de esas partes viera comprometida su seguridad, por ejemplo por culpa de un virus o de otro tipo de ataque, esto pondría en riesgo todas las cuentas de usuario asociadas.
En su investigación, S. Suriadi estudió un "sistema de credencial anónima", poco usado, que data de la década de 1980, pero que recientemente ha recibido un renovado interés por parte de la comunidad científica.
Suriadi cree que usando este sistema de credencial, se podría mejorar la seguridad, y también la privacidad, de los sistemas de contraseña única.
El sistema funciona revelando la mínima información necesaria sobre el usuario para realizar la autentificación, permitiéndole así permanecer en un cierto anonimato.
De esta forma, una compañía no podría rastrear los hábitos de compra, ni los desaprensivos enviar spam. Este método también podría confirmar que alguien tiene más de 18 años sin revelar su fecha de nacimiento.
Por otra parte, ese anonimato no acarrearía impunidad ante actuaciones ilícitas. El sistema permitiría a las autoridades revocar el anonimato de los usuarios en casos de actividades ilegales.

La Posible Ubicación dde Fumarolas Hidrotermales Cerca de la Antártida


Unos científicos del Observatorio Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia han encontrado evidencias de fumarolas hidrotermales en el lecho marino cerca de la Antártida, anteriormente un punto en blanco en el mapa para los investigadores que intentan obtener nuevos y esclarecedores datos sobre la formación del lecho marino y las extrañas formas de vida que pueblan esos ambientes extremos.

Las fumarolas hidrotermales expelen agua marina calentada volcánicamente desde las cordilleras submarinas del planeta. Éstas constituyen un vasto sistema de montañas en las zonas centrales de los océanos, donde brota lava y se forma nueva corteza. Las sustancias químicas disueltas en esas fumarolas influyen en la química del océano y sustentan una compleja red de organismos, de un modo semejante a cómo lo hace la luz solar en la superficie. La mayor parte del océano profundo es como un desierto, pero estas fumarolas son oasis para la vida. En décadas recientes, más de 220 fumarolas han sido descubiertas en diversas zonas del mundo, pero hasta ahora nadie las había buscado en las heladas aguas cercanas a la Antártida.

Desde su laboratorio en Palisades, Nueva York, la geoquímica Gisela Winckler emprendió esa búsqueda recientemente. Mediante el análisis de miles de mediciones oceanográficas, ella y sus colegas del Observatorio Lamont-Doherty localizaron seis puntos en una remota cordillera submarina a millar y medio de kilómetros de la costa oeste de la Antártida, en los cuales creen que probablemente haya fumarolas.

Los sitios que han identificado cubren 547 kilómetros de línea de cordillera, es decir, cerca del 7 por ciento del total de 6.900 kilómetros de cordillera. Esta cadena de montañas volcánicas se halla a unos 5 kilómetros por debajo de la superficie marítima, y sus cumbres de más de kilómetro y medio de altura están cortadas por escarpados cañones y zonas de fractura que se crean a medida que se separa el lecho marino. Es una región del océano fría y solitaria, lejos de tierra firme y de las rutas de navegación comercial.

La investigación realizada por el equipo de Winckler permitirá reducir la extensión de terreno donde buscar tales fumarolas, aunque por supuesto, encontrarlas en aguas polares no es fácil, incluso teniendo una idea aproximada de dónde pueden estar.

Termocélulas de Nanotubos, Generar Electricidad a Partir de Calor Residual

Las termocélulas basadas en electrodos de nanotubos de carbono podrían ser usadas en el futuro para generar electricidad a partir del calor desechado por fábricas, automóviles e incluso paneles solares.
Así lo revela un estudio, fruto de la colaboración entre el equipo de Baratunde Cola del Instituto Tecnológico de Georgia, y especialistas de EE.UU., Australia, China, India y las Filipinas.
El estudio constituye un importante salto tecnológico, ya que con esta innovación será posible generar eficazmente energía eléctrica a partir de fuentes tan poco atractivas como los tubos de escape de los vehículos, o el calor generado como consecuencia inevitable de diversos procesos industriales.
Recolectar con eficiencia la energía térmica actualmente desperdiciada en las fábricas también podría crear fuentes locales de energía limpia, las cuales a su vez podrían usarse para reducir el consumo energético de una empresa y también sus costos de operación.
Las nuevas termocélulas usan electrodos de nanotubos que proporcionan un aumento del triple en la eficiencia de la conversión de energía, con respecto a los electrodos convencionales.
Una de las termocélulas del equipo de investigación probadas con éxito se parece a las pilas en forma de botón usadas en relojes, calculadoras y otros dispositivos electrónicos pequeños. Sin embargo, una diferencia importante es que estas nuevas termocélulas pueden generar electricidad continuamente, en lugar de estar sujetas a gastarse como les ocurre a las pilas.
La investigación ha conducido también a la fabricación de otras termocélulas, incluyendo conjuntos de láminas de nanotubos con las que envolver las cañerías calientes que transportan gases o residuos varios a temperaturas altas, desechados por las fábricas o las centrales eléctricas. La diferencia de temperatura entre la tubería y su entorno produce una diferencia de potencial electroquímico entre las láminas de nanotubos de carbono que las termocélulas utilizan para generar electricidad.
El equipo de investigación estima que, en el futuro, los nanotubos de carbono de pared múltiple en termocélulas grandes podrían producir energía eléctrica a partir del calor desechado, a un costo inferior al de la electricidad generada por las células solares que sólo pueden usarse cuando brilla el Sol. En una escala más pequeña, las termocélulas del tamaño de una pila botón podrían usarse para energizar sensores o circuitos electrónicos.
El equipo trabajará ahora en los desarrollos adicionales que se requieren para que esta tecnología alcance todo su potencial comercial.

La Conexión Entre Ciertas Regiones Cerebrales Determina la Inteligencia General

Un equipo de neurólogos ha mapeado las estructuras cerebrales que afectan a la inteligencia general. El estudio agrega una nueva perspectiva sobre una cuestión muy controvertida: ¿Qué es la inteligencia, y cómo podemos medirla?
El equipo está formado por científicos de la Universidad Autónoma de Madrid, la Universidad del Sur de California (USC), el Instituto Tecnológico de California (Caltech), y la Universidad de Iowa. Entre ellos, figuran Jan Glascher y Ralph Adolphs.
Los científicos examinaron un gran conjunto de datos de 241 pacientes con lesión cerebral a los que se sometió a pruebas de Coeficiente Intelectual. Los investigadores cartografiaron la zona de la lesión cerebral de cada paciente y correlacionaron esa información con las puntuaciones obtenidas en las pruebas de Coeficiente Intelectual, formando así un mapa de las regiones cerebrales que más influyen en la inteligencia.
La inteligencia general ha sido un concepto muy polémico. Pero la idea básica subyacente es indiscutible: Hay personas de inteligencia muy alta en todos los aspectos y sobradamente demostrada, y también personas en el extremo contrario. Por tanto, la pregunta obvia es si tal capacidad podría depender de regiones específicas del cerebro.
Los autores de la nueva investigación han llegado a la conclusión de que, en vez de residir en una sola estructura, la inteligencia general está determinada por una red de regiones en ambos hemisferios cerebrales.
Las regiones y conexiones importantes identificadas por los investigadores concuerdan bastante con lo sugerido por una teoría existente sobre la inteligencia, la Teoría de la Integración Parieto-frontal. Según esta teoría, la inteligencia general depende de la capacidad del cerebro para integrar diferentes tipos de procesamiento, como por ejemplo la memoria de trabajo.
Lo descubierto abre la puerta a futuras investigaciones sobre cómo interactúan el cerebro, la inteligencia y el entorno.

Los Pollos Superan a los Humanos en la Visión de Colores

Un equipo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad Washington en San Luis ha examinado detenidamente el ojo del pollo, encontrando una obra maestra de la naturaleza.

Los científicos mapearon cinco tipos de receptores de luz en el ojo del pollo. Descubrieron que los receptores están distribuidos en mosaicos entrelazados que maximizan la capacidad del pollo para ver muchos colores en cualquier parte de la retina, la estructura fotosensible en el fondo del ojo.

Sobre la base de este análisis, se deduce que las aves nos superan claramente a los humanos en varios aspectos de la visión a color. La organización de los receptores de color en la retina del pollo supera ampliamente a la observada en muchas otras retinas, incluidas las de mamíferos.

Joseph C. Corbo, del equipo de investigación, planea efectuar estudios de seguimiento sobre cómo se establece esta organización, convencido de que ese conocimiento podría ser de utilidad a los científicos que buscan utilizar células madre y otras técnicas nuevas para tratar los aproximadamente 200 trastornos genéticos involucrados en diversas formas de ceguera.

Según Corbo, la superior visión a color de las aves probablemente se deba a que, salvo en los casos de unas pocas especies, no han tenido hábitos nocturnos en ningún periodo de su historia evolutiva. Las aves, reptiles y mamíferos descienden de un ancestro común, pero durante la era de los dinosaurios, la mayoría de los mamíferos se volvieron nocturnos y mantuvieron esa característica durante millones de años.

La visión proviene de las células fotorreceptoras sensibles a la luz en la retina. La visión nocturna se basa en receptores llamados bastoncillos, que florecieron en el ojo de los mamíferos durante la era de los dinosaurios. La visión diurna se basa en receptores diferentes, conocidos como conos, que son menos ventajosos cuando un organismo es de hábitos nocturnos.

Las aves, reconocidas mayoritariamente como descendientes de los dinosaurios, nunca pasaron por un período similar de vida principalmente nocturna. Como resultado, poseen más tipos de conos que los mamíferos.

Por ejemplo, la retina aviar tiene un cono que puede detectar algunas longitudes de onda ultravioleta, y un receptor especializado, llamado doble cono, que, según creen los científicos, les ayuda a detectar el movimiento.